LA CUCARACHA
Dicen que, por cada cucaracha que nos encontramos, de esas que aparecen de repente en tu piso, y con mayor asiduidad en unas latitudes que otras, hay doscientas que no vemos. Un horror si, como me pasa a mí, no es que me den miedo, pero si mucha grima. Al punto que, cuando he vivido en lugares en que se prodigan, morenas o rubias, e incluso voladoras, las jodidas, encendía la luz de la habitación para darles oportunidad de salir corriendo a esconderse, y no verlas. Pedro Sánchez actúa como las cucarachas: cuando se le enciende el foco, sea del descontento creciente de la ciudadanía, de los problemas que ha generado su inacción en políticas como la del transporte o los precios, o las exigencias de Marruecos sobre el Sáhara, corre a esconderse. Se escondió detrás de Bruselas cuando nos invadió la pandemia que negaban al principio; detrás de Mohamed II, Alemania y Francia para traicionar el ideario del PSOE sobre la antigua colonia española; detrás de Putin para justificar los preci