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Mostrando entradas de febrero, 2020

Mascarillas contra el Gobierno

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Y mientras nosotros estamos tan entretenidos con el coronavirus y su ya creciente número de afectados también en España, Pedro Sánchez, el felón, escenifica hoy el pago de su enésima hipoteca, el alquiler de La Moncloa, en la que recibe a sus acreedores, los independentistas catalanes, en condición de igualdad. Como si recibiera a una delegación de Portugal, vamos. Solo que con los representantes lusos no estarían sobre la mesa su independencia de España, ni la liberación de los convictos por delitos de rebelión, que es lo que viene en el attaché del inhabilitado presidente de la Generalitat y sus acompañantes. Una reunión espuria en su concesión y su contenido, con el ingrediente añadido que trae al Palacio de la Presidencia del Gobierno de España, además, el enfrentamiento cateto, pusilánime y egoísta de los antiguos aliados en las maniobras independentistas, JpCat y Esquerra Republicana, que pretenden tener a Sánchez y su gobierno -incluidos los ministros-cuota del P

Como chinos

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El acervo popular español está lleno de referencias a los chinos, cosa extraña porque, hasta hace prácticamente treinta años, pocos veíamos por estos lares, hasta que empezaron a llegar como turistas y se quedaron con sus todo a cien. Pero tenemos frases como “ engañar como a un chino ”, “caer como chinos”, “sonar (algo) a chino”… De la primera dicen que nace cuando los británicos comenzaron a esclavizar orientales para llevarlos a Perú, con falsas promesas, para hacerlos trabajar en la extracción de guano. Una mierda de trabajo, la verdad. Pero anida también en nuestro imaginario común la expresión contraria: “engañar como un chino”. Y viene de la afición de esta etnia a las imitaciones de marcas , las falsificaciones de productos de lujo y su venta en los todo a cien, mismamente. Vamos, que tenemos tirando a poca confianza en la calidad, autenticidad y duración de los productos que provienen del gigante oriental. Pues imagínense ahora, que lo que nos mandan es un vi

Gente de campo

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He tenido, a lo largo de mi vida, la oportunidad de tratar y convivir con gente del campo, labradores, campesinos, agricultores que se dice ahora. De adolescente, primero, cuando me tocó segar a guadaña, arar con bueyes, y ordeñar a mano las vacas del caserío de Fuenterrabía donde acudía, veraneante yo, a echar una mano a cambio de un bocata, una botella de sidra y los ojos azules de Maritxu, la hija del baserritarra. He clavado a mano cañas para las judías, recogido alfalfa y sacado a abrevar las vacas de Etayo en mi Puente la Reina navarra, por unos cuartos que venían genial para las fiestas del pueblo. Y he tratado con cooperativistas, industriales agrícolas, ganaderos, olivareros y organizaciones agrarias en los seis años que estuve a las órdenes de tres ministros en el madrileño Palacio de Fomento, sede del Ministerio de Agricultura. Lo digo porque cuando, estos días, veo a la gente del campo sacar de nuevo sus tractores a la calle, protestar por la insultante diferencia

Apologías

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Que dice Adriana Lastra , cuyo currículum -aparte de la política- no nos habla de títulos universitarios, ni máster en derecho penal por más universidad que la de la vida y estudios ocasionales en Antropología Social, con dos stages en una panadería de Rivadesella , que sí, que los socialistas van a convertir en delito la apología del franquismo. Como lo más seguro es que ella no lo haya hecho, acudo al diccionario de la RAE para asegurarme de que, como pensaba, la apología es el “discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o algo”. Y lo hago porque los ignorantes, ante las calificaciones que podemos usar quienes nos dedicamos a la palabra escrita o hablada, tienden a correr al diccionario de la docta institución y atenerse a él, olvidando la riqueza de matices, los significados coloquiales y la gloriosa amplitud de nuestro idioma, para acudir a la regañina, el amago e incluso la amenaza. Pues bien, si alguien pretende llevar al Código Penal, con

Ábalos, el Algarrobo

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Toda jerarquía, ya sea social, política, empresarial o económica, tiene figuras comunes, que se repiten en sus roles de una u otra forma. Así, en todas existe un líder dirigente, por méritos propios o decisión ajena sin mérito alguno. Y en todas, ese líder se acompaña de una corte de pelotas, sobaespaldas, lisonjeros, aduladores y cobistas, ordenados según el principio de Peter, es decir, en relación directa a su incompetencia. Y tienen también un mamporrero, el que recoge la basura, el que pone la cara a las bofetadas, el que abunda en sus mentiras como si fueran palabra de Dios y verdades reveladas, el que asesina por encargo si es menester. Curro Jiménez , en la que fuera famosa serie de Televisión Española de los años 70, tenía también su mamporrero, el que encarnaba el inolvidable Álvaro de Luna, ya saben, El Algarrobo. El Gobierno, pero en concreto Pedro Sánchez, tiene en José Luis Ábalos su Algarrobo particular, su mamporrero de cámara. Quizá la única verdad que el