Ábalos, el Algarrobo
Toda
jerarquía, ya sea social, política, empresarial o económica, tiene
figuras comunes, que se repiten en sus roles de una u otra forma.
Así, en todas existe un líder dirigente, por méritos propios o
decisión ajena sin mérito alguno. Y en todas, ese líder se
acompaña de una corte de pelotas, sobaespaldas, lisonjeros,
aduladores y cobistas, ordenados según el principio de Peter, es
decir, en relación directa a su incompetencia. Y tienen también un
mamporrero, el que recoge la basura, el que pone la cara a las
bofetadas, el que abunda en sus mentiras como si fueran palabra de
Dios y verdades reveladas, el que asesina por encargo si es menester.
Curro Jiménez, en la que fuera famosa serie de Televisión Española de
los años 70, tenía también su mamporrero, el que encarnaba el
inolvidable Álvaro de Luna, ya saben, El Algarrobo.
El
Gobierno, pero en concreto Pedro Sánchez, tiene en José Luis Ábalos
su Algarrobo particular, su mamporrero de cámara. Quizá la única
verdad que el actual ministro de Fomento ha dicho últimamente (desde
que saltó a la palestra pública, quiero decir) haya sido el
reconocimiento de que, en todo el ir y venir de la vicepresidenta de
Venezuela por el territorio español y europeo, a él le ha tocado
poner la cara. Y se la van a partir.
Dice
el exiguo currículum que Ábalos tiene registrado en el Congreso de
los Diputados que, salvo su
condición de maestro, el valido de Sánchez para estos menesteres no
ha hecho otra cosa en su vida que vivir de la política: Jefe
de Gabinete del Delegado del Gobierno CV, Jefe de Gabinete del
Conseller de Trabajo GV, Director Cooperación Internacional GV,
Asesor del Ayuntamiento VLC, Concejal del Ayuntamiento de Valencia y
Diputado
Provincial, antes
de aberroncharse a un escaño en la Carrera de San Jerónimo, en las últimas seis
legislaturas.
Les
aseguro que, para hacer semejante carrerón en política hay que ser
muy flexible de moral, blando de ética, propenso a la mentira y
hábil de navaja frente amigos y adversarios. Un Algarrobo en toda
regla, con el cual Ábalos guarda hasta cierto parecido físico.
Sánchez,
el felón, se agazapa como un comanche tras su corte de contrastada
inepcia. El que criticaba a otros que aparecieran tras un plasma, ni
siquiera da la cara cuando recibe a un mandatario extranjero, y manda
por delante ora a su vicepresidenta (principio de Peter, recuerden) o
a su portavoz. Y si se trata de tirar de faca, directamente, al
Algarrobo Ábalos. Vale, es el papel que le han encomendado y le
cuadra por aptitudes pero, de verdad, oigan, no está pagado; ni con
la cartera de ministro, ni con el coche oficial.
Vean
si no la consecuencia: Estados Unidos (el
FBI y la DEA, concretamente) se
estarían
planteando
una orden internacional de detención contra Ábalos, por no
cumplir -y
hasta evitar la actuación correspondiente de la policía española-
con
la orden de impedir la entrada en la Unión Europea de Delcy
Rodríguez,
que
es
uno de los 25 miembros de la cúpula de Maduro
que
lo
tiene
prohibido,
por
ser -y
cito-
“responsables de violaciones de los derechos humanos y de socavar
la democracia y el Estado de derecho en Venezuela”. Como
estará la cosa que el ministro español ha cancelado, por miedo a
ser detenido, el viaje a Colombia que tenía previsto para ayer,
martes.
Porque
uno puede ser muy Algarrobo, pero no se puede olvidar que Trump es el
mamporrero de sí mismo y le gusta poco que le toquen el trigémino.
Lo
cual que quizás Ábalos debería dimitir y circunscribir sus artes a
la Secretaria de Organización del PSOE, que es el cargo que ocupan
los mamporreros en las organizaciones políticas. No solo por lo de
la vicepresidenta venezolana, sino por ser el responsable, también,
de que el mayor aeropuerto de España pueda tener que cerrar, con el
consiguiente perjuicio de miles de pasajeros (entre los que tuve el
placer de encontrarme), por la actuación irresponsable de un piloto
de dron, al que espero hagan comerse el aparatejo en cuanto lo
detengan. En serio, iba a descansar, el
hombre. Porque lo que es Barajas,
le
sienta fatal.
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