Humo
Qué entretenidos estamos, ¿eh?, con todos los temas polémicos, controvertidos y debatibles, pero al fin vanos, vacíos, triviales, pueriles, nimios y superficiales que la factoría de absurdos de La Moncloa se esfuerza por ofrecernos día a día. Puro humo, denso, espeso, compacto y plúmbeo, con la sola utilidad de impedirnos ver el bosque, aunque sea al precio de quemar los árboles.
Porque el bosque, nuestro bosque, hoy, en la sociedad
española, no es otro que los datos disparados del Indice de Precios al Consumo
que usted y yo padecemos en cuanto ponemos un pie en la calle. Y, sin necesidad
de salir siquiera de casa, el atraco a mano armada del precio de la
electricidad, el gas o el gasóleo, que menos mal que vamos para el verano y el
calor, porque si no o nos arruinábamos o íbamos a pasar más frío que el que
pasaban los reclutas canarios cuando iban a hacer la mili en Araca (Vitoria) o
Cerro Muriano (Córdoba), cuando había mili, reclutas y el cambio climático no
nos había vuelto loco el termómetro.
Humo, y no otra cosa, es la polémica creada por Irene Montero
con todo el tema de la nueva Ley del Aborto. Y me arriesgaré a patinar, como
ocurre ahora cuando un hombre (por definición, machista y heteropatriarcal)
aborda un tema del que parece que solo pueden opinar ellas. Y no “ellas”, las
mujeres; sino ellas, las extremistas de un femismo equiparable al peor machismo
islamista o medieval -que viene a ser lo mismo-.
En toda mi vida profesional, en la Administración Pública y
la empresa privada, han sido de mi responsabilidad (porque si digo “a mis
órdenes” soy reo de crucifixión) equipos formados por hombres y, generalmente
en mayor número, mujeres.
Jamás, oiga, jamás en cuarenta años me ha venido ninguna de
las que consideraba compañeras, a decirme que tenía la regla y se iba a quedar
en casa. Entre otras cosas, porque si uno constataba su malestar -como el de un
compañero masculino- la mandaba a su casa, porque siempre me ha parecido más
importante la salud y el bienestar de un compañero que la labor que tuviera que
desarrollar en ese momento, que podíamos hacerla algún otro.
A la esforzada walkiria del extremismo feminista, que no es
feminista, sino solo extremismo, se le debe olvidar, desde su sueldazo y el
casoplón que se ganó -además de un Ministerio- con su relación con “aquel”, lo
que hubiera durado como cajera de supermercado en caso de salir adelante su
insensata, necia, desatinada, imprudente, irreflexiva e irrazonable iniciativa.
Pero no importa, solo es humo. Durará lo que durará, con la
ayuda de los generosamente subvencionados medios de comunicación habituales.
Mientras, los guionistas de fábulas, chismes, bulos, patrañas, habladurías y
rumores al servicio de Pedro Sánchez, seguirán echando leña verde al fuego,
para que la fumarada aparte nuestra vista de un Gobierno acabado, inoperante, ineficaz,
inútil, inactivo, nulo, vano, estéril e infructífero. Como el mismo humo.
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