Sin gobierno
Me hace una gracia del patín: todos los medios mostrando imágenes de la gente que salió a celebrar el fin del estado de alarma, que Sánchez se procuró para seguir haciendo lo que le diera la gana, con lujo de escándalos, aspavientos y condenas. Pero a muy pocos he oído decir que el felón, el cobarde, además de esconderse de su fracaso en las elecciones de Madrid, tampoco se preocupó, en los últimos seis meses, de preparar un Plan B para que el cese oficial de las restricciones no fuera el carajal que se esperaba. Un plan como el que, sin ir más lejos, presentó el PP en el Congreso, y que contaba con el apoyo hasta de Bildu.
Independientemente de los mensajes de los medios
subvencionados por Moncloa -casi todos, menos este blog, ténganlo en cuenta-,
que siguen jugando al miedo, a responsabilizar a los ciudadanos, porque los
irresponsables que debieran hacerlo brillan por su ausencia y su silencio (¿Cuánto
hace que no ven ustedes al nefasto Fernando Simón? ¿Se habrá vuelto a ir de
viaje con Calleja, otro mantenido?), ya no hay comparecencia de Sánchez sobre
la comida del domingo, no hay respuestas, no se permiten preguntas. Y criticaban el plasma de Rajoy…
Total, que aparentemente ya se puede viajar entre Comunidades
Autónomas, porque hasta la que quería seguir cerrada, el País Vasco, ha tenido
que comerse los planes por una decisión judicial.
Que esa es otra: el cobarde se escuda no solo ya detrás de
sus ministros, de los medios a los que paga, de la Fiscalía General del Estado
a dedo; como no ha conseguido meter en vereda a los jueces, que se han ido a Bruselas a señalarle como prevaricador, ha optado por descansar en la
judicatura, sea la autonómica, sea el Tribunal Supremo, la responsabilidad que
él ni quiere, ni tiene redaños de asumir.
En otras circunstancias, estaríamos encantados de la
ausencia, la inoperancia, la distancia del Gobierno; pero no en medio (aún) de
una pandemia que se ha llevado ya a más de 123.000 españoles, aunque el dato se
oculte oportunamente. Pero dado el caso, tendremos que empezar a mover también
nosotros los juzgados reclamando las responsabilidades -incluso penales, que indicios
hay- de quienes han provocado este desastre.
Y sí, vale, de acuerdo, tendremos que ser los españoles de a
pie quienes asumamos los comportamientos cautelares que indican los expertos
para que la inacción del Gobierno no se nos lleve por delante a otros tantos
mil. Y ya sean jóvenes o maduros, hijos, padres, vecinos, compañeros de trabajo
o cajeros de supermercado (aunque no espero tal de Irene Montero), exigirnos la
precaución necesaria para acabar de una puñetera vez con este horror. Porque,
desengáñense, estamos solos en este empeño: el Gobierno ni está ni se le
espera. Podrían dimitir todos mañana -ojalá- y no notaríamos la diferencia. Así
que ha cuidarse y a cuidarnos, que es lo que hay.
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