Madrid, al día siguiente
Pasó por Madrid una de esas tormentas que limpian el ambiente,
barren los arboles podridos y despejan la polución; uno de esos fenómenos a los
que los meteorólogos ponen nombre de mujer, y hoy luce un sol esplendoroso
sobre la capital de España, una luz de esperanza, de libertad, de cambio.
No voy ahondar en los resultados de las elecciones
autonómicas porque son sobradamente conocidos; ni en las lecturas que ya se
hacen sobre ganadores y perdedores, sus actitudes, sus reacciones, cómo han
asumido (o no) la decisión de los madrileños, que fueron a votar ayer en un
número nunca visto, lo cuál también tiene su significado.
Pero sí merece la pena constatar que estas elecciones no solo
afectaban a Madrid, y sus resultados se han celebrado en toda España. En las
redes sociales, los más obstinados y conspicuos izquierdistas se rajaban a la
segunda vez que les dabas con los datos en la cara, y se quedaban calladitos ya
desde las diez de la noche.
No solo no afectaban solo a Madrid, sino que van a afectar
directamente al Gobierno de España. Derrotado (y más, humillado) el presidente
del Gobierno, que se equivocó plantándose en la campaña como si el candidato
fuera él; fuera de la política el personaje más siniestro que ha sufrido España
desde 1976; desaparecida de Madrid la opción que se equivocó al creer que ser
de centro era ser veleta; apuntado el nacimiento de una extrema izquierda
aparentemente menos montaraz, violenta y frentista; contenido el crecimiento de
la extrema derecha, se avecinan cambios.
Sánchez tendrá que reaccionar a estos resultados. Y empezará
por intentar adecuar su Gobierno a la nueva realidad que los madrileños le han
puesto en la cara. A lo mejor Iván Redondo, auténtico Visir Iznogud, deja de
ser incontestable, todopoderoso, al lado del sultán. A lo mejor, con la excusa
de atender las indicaciones de la Unión Europea para pillar los fondos
prometidos, hace una limpia entre sus ministros. Irene Montero, Alberto Garzón,
Manuel Castells y Ione Belarra, los podemitas aupados al coche oficial, se dan
por amortizados, como los innecesarios ministerios que dicen dirigir. A lo
mejor, como mucho, mantiene a Yolanda Díaz, para en poco tiempo absorberla en
el PSOE, con los restos que pueda mantener a su alrededor de la formación
política de la que ha desertado su fundador (que ya sabemos quiénes son las
primeras en abandonar los barcos que naufragan). Y con todo eso, que espero en
no más de cinco meses, convocar unas elecciones generales entre noviembre y
enero, antes de que el PP termine de rearmarse a nivel nacional. Porque el
partido de Casado ya está buscando Ayusos por toda España, consciente de
que la victoria ha sido de la tormenta con nombre de mujer, más que de sus
siglas.
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