Jornada de reflexión
Nada, aquí me tienen, venga reflexionar, que mañana toca acudir, en Madrid, a los colegios electorales y el día previo dicen que hay que dedicarlo a una reflexión sosegada, consciente, informada y ponderada del sentido de nuestro voto.
A ver, eso dicen, que yo tengo para mí que no habrá habido
nadie, nunca, en ningún momento ni lugar cuya decisión de voto se haya
modificado en una jornada de reflexión. No al menos en circunstancias normales,
que ya sabemos que en ocasiones se ha forzado la reflexión de la ciudadanía con
movilizaciones, algaradas, bombardeo de mensajes torticeros y estrategias de
confusión demagógica. Como en 2004, tras los atentados de Madrid, por ejemplo.
Pero que, en general, los ciudadanos llegamos a las vísperas
electorales con una idea bastante hecha de lo que votaremos al día siguiente. Y
así ocurre hoy en un Madrid que se ha levantado gris y frío.
No les diré que no hay en la gente cierto temor a alguna
añagaza por parte de quienes las encuestas dan como perdedores, bien para
torcer la intención de votos, bien para -como ya hicieran cuando se desalojo a
la izquierda del poder en Andalucía- no asumir los resultados. Porque a la
izquierda, las libertades todas y la democracia solo le gustan cuando les son
favorables.
Así que, en lugar de reflexionar sobre lo que vamos a votar,
que la mayoría de madrileños ya tiene muy claro, en un sentido u otro, estamos
mayormente reflexionando no sobre el día cuatro, sino sobre lo que vaya a ser
el día cinco, el día después; sobre cuál va a ser la reacción de una izquierda
que se prevé perdedora; o cuál va a ser la postura de una VOX que pudiera ser
necesaria para una mayoría suficiente de gobernabilidad, si pretenderá acceder
al Gobierno o preferirá apoyar desde la barrera; o si, en caso de precisar su
apoyo, Isabel Díaz Ayuso los integrará en las carteras de la Puerta del Sol o
seguirá las reiteradas afirmaciones de Pablo Casado de que no entrarán en el
Gobierno.
Reflexionamos, además, si lo que se da como un nefasto resultado
de los socialistas, que incluso podrían verse superados por Mas Madrid,
supondrá no solo la desaparición de la política autonómica de Angel Gabilondo,
muñecote utilizado por la Moncloa en posturas alejadas del apacible carácter
del candidato, soso, aburrido, etc.; sino si rodará alguna cabeza más en el
entorno de Sánchez, la de Iván Redondo sin ir más lejos, a quien los barones
del PSOE -los de verdad, no los autonómicos, que pintan ya menos que Caramba en
Navarrete- apuntan como perdedor, de darse el caso. Y si se diera el caso, ya
les aseguro yo que Sánchez se llamará andana (con todo y que su encendida
participación en la campaña autonómica, un error, tenga directa responsabilidad
en los resultados), y hasta puede que se deshaga de su consejero áulico, el
auténtico Visir Iznogud de las estrategias socialistas.
Pero todo eso ocurrirá el día 5, y ya hablaremos entonces del escenario que se abrirá en la política española, según los resultados del
evento democrático. Porque espero que no haya otra cosa de que hablar que de
unas limpias, libres y participativas elecciones democráticas.
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