En ESPAÑOL

 

Yo, señoría, me expreso en español: hablo en español, escribo en español. O, por mejor decir, si así lo quiere, en castellano; porque, en puridad, tan español es éste como, manque les pese, el catalán, el euskera y el gallego, pongo por caso, que son lenguas de España desde el siglo XV.

En eso me parezco, mire usted, a más de 585 millones de personas de todo el mundo, el 7,5% de la población mundial, según los datos del Anuario 2020 que edita el Instituto Cervantes. Si tenemos en cuenta que somos como cuarenta y siete millones y medio de españoles, incluidos quienes reniegan de ello (es su problema), resulta que el idioma de esta nación que es, en cuanto a población, tan solo la número treinta de los 196 países que en el mundo son, lo hemos enseñado a casi 537 millones de personas. Como si cada uno de los españolitos  (también los que dicen no serlo) hubiéramos enseñado nuestra lengua a 11,32 europeos, americanos, chinos, hindúes, africanos o árabes.

Con estos mimbres, algunos irresponsables, momentáneamente al cargo de la enseñanza, pretenden en el engendro ése que llamamos Ley Celáa, por el engendro que lo firma, que en esta España que tanto ha exportado lo más suyo, su propio idioma, éste quede relegado en beneficio de otras jerigonzas, españolas también, como decía a usted, pero con una importancia tan menor que es como comparar el Mediterráneo con el lago de Bañolas, un poner.

Y supongo que es porque están muy preocupados por el futuro de los españoles del mañana, del hoy mismo, y entenderán que es muy preferible que, donde se terciare, éstos dominen más un idioma que figura en el puesto 88 en la clasificación de las cien lenguas más habladas del mundo, justo por detrás del zulú. O de otro que, en su zona geográfica de mayor difusión hablan tan solo un 24,58% de quienes allí moran (y estos aún siendo también castellanoparlantes), frente al 57,99 por ciento de quienes hablan sólo y exclusivamente en castellano.

O sea que la Ley de (escasa, defectuosa, sectaria y ramplona) Educación que ha parido el gobierno socialcomunista español es, en eso de intentar arrinconar al castellano en su propia cuna, un tiro en el pie del futuro de millones de españoles presentes y futuros. Porque digo yo que será mejor hablar y escribir bien un idioma que compartes con más de quinientos millones de personas, que primar uno con el que no puedes ir de aquí a la esquina, porque lo hablan cuatro gatos.

Pero, no nos engañemos: lo del castellano es el hueso que nos han dado a roer quienes saben que eso no pasa del Tribunal Constitucional, que ya tiene dicho que el castellano es el idioma vehicular de España y hasta ahí llegó la broma. Lo peor de la Ley, que aún no sabemos qué tiene de bueno, es lo de eliminar los Centros de Educación Especial; lo de zancadillear los centros concertados en los que se educaron, entre otros, la propia  Celáa y sus hijas; lo de que no haga falta aprobar para pasar de curso, no vaya a ser que los incapaces se sientan molestos.

En toda España, cientos de miles de españoles demostraron, desde sus coches, en color naranja y a grito de claxon, lo que piensan de la Ley que quiere robarles la educación de sus hijos. El español fue tremendamente vehicular en las avenidas de la ciudades más importantes. 

Sánchez, Iglesias, Celáa podrán no escuchar, pero seguro que lo oyeron. Que se abrochen los machos. En español se lo digo, para que me entiendan. 

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