Órdago
Pedro Sánchez siempre juega de postre: él es quien reparte
las cartas, con habilidad de prestidigitador, para servirse a su conveniencia.
Juega de farol, miente en cada mano, no pasa señas a su pareja, porque cualquiera
que sea -el esbirro Ábalos, Montero, Calvo- solo están para cubrir sus treinta
y una reales, con medias de sietes. Salvo que sea Pablo Iglesias, que sí le
hace pasar a grande, para envidar él con un caballo, seguro de que el otro le
respaldará la jugada, por insensata que sea. Porque con sus amaños de tahúr,
los reyes -solo cuatro, que esto es el mus- se quedan en el mazo, inoperantes.
Para ganar la cuarta vaca -quedan aún para el final de la
partida, pero la última será, posiblemente, con papeletas en lugar de cartas-,
el felón ha lanzado el órdago que evidencia su
cesarismo: “o yo, o el caos”. “No hay Plan B”, ha dicho. Son lentejas, si
quieres las comes, y si no, las dejas.
“Pero si las dejas -le ha venido a decir a la oposición,
fundamentalmente a Pablo Casado-, te vas a comer los veinticinco mil muertos
que hemos causado con nuestra negligencia, nuestra temeridad, nuestra
politización del dolor”.
A estas alturas, es de esperar que Casado y sus aledaños sepan
ya de la condición de fullero del presidente del Gobierno, pero ahí está (“hor
dago” en euskera) el envite. Y deben saber, además, que se les pasará
factura mediática si no juegan tal como desea su ventajista adversario, el
mismo que lleva ya cincuenta y cinco días haciendo mangas y capirotes para ver
a quién endilga cinco amarrekos de culpa, para no tener que asumirla él
y su gobierno cuando los juzgados abran con estrépito de querellas por los muchos
damnificados de su inepcia.
A Casado, además, le presiona su pareja, el significativo
poder autonómico que aún le queda al PP, que piensa que llevan una mano
ganadora para, por un lado, ser dueños de sus decisiones conforme a sus
competencias; y por otro, endosar el chico en juego al tramposo. Porque, de ver
rechazada en el Congreso la prórroga de un estado de alarma que se ve ya
evitable, Sánchez debería pensar que ha perdido una cuestión de confianza y que,
si no fuera tan soberbio, autoritario y chuleta, tendría que plantearse una
convocatoria electoral.
El PP se debate hoy, una vez más, entre sus posibilidades
políticas de finiquitar de facto este horror de legislatura, y su
habitual encogimiento acomplejado por el qué dirán (sabiendo, además, perfectamente,
qué es lo que el felón va a decir y a hacer decir a sus generosamente
subvencionados pesebreros). Quizás debería escuchar más a los españoles, que
somos responsables, obedientes, disciplinados, pero no tontos.
Tenemos en nuestra legislación medios como la Ley General de Salud Pública de 2011, pero los protodictadores instalados en el Gobierno
social-comunista no quieren ni oír hablar de tal posibilidad, fundamentalmente
porque ellos les privaría del “mando único”.
Y no es sólo porque cada Comunidad Autónoma podría aprobar
sus propias normas de desescalada y confinamiento, y las policías locales y
autonómicas dejarían de estar bajo el mando del Ministro del Interior; sino
porque les arrebataría el poder que les ha permitido colocar a Pablo Iglebbelsen el CNI, aumentar sin cuento, razón ni lógica los altos cargos del Ministerio de Garzón, hacer encargos millonarios a empresas sin domicilio social y todas
las artimañas para las que han usado, abusando, el estado de alarma.
El órdago de Sánchez es un farol, todos lo sabemos. Pero hay
que tener el valor de levantarle los naipes.
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