Los que sobran
Veinte días ya de estado de alarma y confinamiento de la
ciudadanía en su casa. 110.238 contagiados por el maldito bicho y más de diez mil muertos, 950 de ellos sólo ayer. Están muriendo ancianos (abuelos y
padres), médicos, enfermeras, policías locales, guardias civiles, militares,
policías nacionales, bomberos… No tenemos noticia de que haya fallecido por
coronavirus un solo senador, un solo diputado. Lo sentiría, por supuesto, pero
es que parece que no son personal de riesgo, visto lo visto. Y, visto lo visto,
tampoco parecen ser esenciales.
Change.org, la plataforma de Internet que recoge las firmas
de ciudadanos para solicitar las cosas más variadas, tiene ya suscrita por
389.000 españoles una petición a Pedro Sánchez solicitando que se haga “un ERTE para los políticos”, bajo la premisa de que, en efecto, no todos ellos cumplen
sus funciones debido a la situación y deberían quedarse los justos y
necesarios. “De esta forma -dice la petición iniciada por Eugenia Arroyo (a la
que no conozco pero alabo el gusto-) el dinero de sus salarios podrá destinarse
a causas más vitales y necesarias como sanidad y personas en condiciones
vulnerables. Es dinero público -concluye- y como ciudadanos tenemos el derecho
de poder elegir a qué lo destinamos”.
Yo la firmé al poco de ponerse en marcha porque, en efecto,
no parece que los 350 diputados del Congreso, ni los 265 senadores a los que
pródigamente mantenemos y que ahora mismo no están desarrollando mayor labor,
no puedan irse al paro entre tanto dure esto, lo mismo que les ha ocurrido a
camareros, mecánicos, operarios de distintos sectores y profesionales de toda
laya. O sea, que podrían estar cobrando su 70% de paro, hasta 1.412 euros y,
cuando esto acabe, reintegrarse a su puesto.
O no, porque a lo mejor de ésta aprendemos, entre otras
cosas, que son muchos, demasiados, y a lo mejor para su función, la de legislar
y controlar al Gobierno (me parto de la risa, disculpen), nos bastaba con la
mitad de los primeros y hasta podíamos prescindir de los segundos, de los
senadores, que ya saben ustedes que son todos agnósticos porque no conciben que
se pueda pasar “a mejor vida”.
Nos gastamos anualmente 36 millones de euros entre diputados
y senadores, más su corte de asesores, auxiliares y corifeos eventuales. Si se fueran a un ERTE, contando que habrían de cobrar un 70%, aún liberaríamos 11 millones de euros que, en estas circunstancias, bien irían para dotar a quienes
luchan, enferman y -ellos sí- mueren por protegernos a todos los demás,
incluidos los políticos, de los medios que están pidiendo desesperadamente; o
para que no faltaran esos respiradores cuya escasez está literalmente
condenando a muerte a quienes parecen tener demasiada edad o demasiadas
complicaciones para luchar por su vida.
Pero esto no lo plantearan los ingenieros de conciencias
sedadas, los peritos de manipulación de la realidad, los marmitones de la postverdad, los siervos del poder a
los que el Gobierno subvenciona pródigamente, no por producir respiradores,
sino por adormecer a la ciudadanía con balcones que aplauden, con datos de
infectados curados (sin que nos digan si esos infectados lo estaban en base a
test científicos o a una conversación telefónica, ni qué curación es esa, si
son ya inmunes y no contagiosos). Esto tendremos que seguir planteándolo los
otros héroes de este drama, los que nos quedamos en casa, seguimos las
indicaciones, nos quedamos sin trabajo, pagamos cuota de autónomo y aún,
todavía, tenemos la santa paciencia de salir cada tarde a aplaudir. Somos unos
santos.
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