Gobierno a ninguna parte
Si a usted no se le atragantó el rosco de Reyes escuchando
las soflamas guerracivilistas de los socios de Pedro Sánchez en el debate de
investidura, incluida la socialista Adriana Lastra, es posible que se le haya
estomagado la elección del felón por dos votos, incluso más que
comprobar el saldo de su tarjeta de crédito después de las fiestas y ante la
cuesta de enero.
Bueno, pues esa parte ya no tiene remedio. A la tercera,
Sánchez ha conseguido juntar ciento sesenta y siete votos y unas cuantas
abstenciones para seguir usando su colchón de La Moncloa y llevar a Begoña a
hacer turismo en avión privado. No tiene vuelta de hoja y, por lo tanto,
tampoco tiene sentido seguir repasando las mentiras con las que Sánchez engañó
a sus votantes, las traiciones que a sus seguidores ha perpetrado para
arrojarse en brazos del llorón de Pablo Iglesias, o el precio que ha costado el
voto de ese tipejo que jamás ha hecho nada por desvaciar Teruel, ya que el fue
de los primeros en marcharse cuando tenía diez años y solo ha vuelto por
negocios. Su escaño, sin duda, el más rentable.
Toca mirar hacia adelante y esto ya no sé si es para
acojonarse hasta el exilio o descojonarse con lo bien que lo vamos a pasar viendo
al presidente preso de su ambición y lo que para colmarla va a tener que pagar.
Porque este gobierno, que ya nos dirán la semana que viene
quiénes lo componen (veinte, oiga, siete más que en el de Rajoy, por poner una
cifra), no va a ninguna parte: va a durar lo que el romántico deslumbramiento
entre los Picapiedra – ya saben, Pedro y Pablo-, o lo que se tarde en poner a
Torra fuera de la Generalitat y se convoquen elecciones en Cataluña.
Los Presupuestos Generales de 2016, obra de Montoro, van a
ser los más longevos de la historia; porque dudo mucho que este Gobierno reúna
la mayoría absoluta necesaria para aprobar unos nuevos que tendrían que contar,
además, con el beneplácito de Bruselas, a quienes no salen las cuentas si,
además de no recortar los 7.000 millones de euros que se exigía, se encuentran
con un incremento de 36.000 más.
Así que, sin bola de adivino, no resulta muy difícil aventurar
que raro sería que este año no volviéramos a las urnas. Además, como ya nos han
enseñado el camino…
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