Greta
Es lo que tiene el uso y abuso del postureo, y la
manipulación que se adivina detrás de la notoriedad repentina. Me refiero a la
que ha alcanzado en solo un año Greta Thunberg, esa niña sueca que se ha
convertido en una especie de Santísima Virgen contra el cambio climático, a la
que traen y llevan como un dominguillo, tan pronto surcando el pacífico en un
barco muy sostenible -como todos, oye; si no se hundiría- como ladrando un
discursito ante los líderes mundiales que han acudido en Nueva York a la cumbre
de la cosa. Eso lo que tiene, sí: que de enternecer la imagen de una cría
solitaria con un cartón pintado a mano ante el Parlamento sueco, en agosto del
año pasado, pasas a preguntarte en manos de quién ha caído la criatura, el por
qué de sus formas y a qué espúreos intereses la han puesto a servir.
Una investigación reciente de The Sunday Times respondía a
esta última pregunta: Greta, su imagen, su mensaje, sirve y se alimenta a
grandes lobbies y empresas energéticas verdes que la estarían utilizando como
punta de lanza para "facilitar la transición al corporativismo
verde". Y antes de que nadie me diga que es que el cambio climático está
ahí (pero menos), que se trata de la salud de la tierra y de nuestros
descendientes, y toda la matraca demagógica de los concienciaos en la materia, un recordatorio: hay grupos de
intereses, poderosos, a los que los descendientes, la tierra y el clima les
importan bastante menos que su cuenta de resultados. “Bussinness as usual”
Pregúntense, si no, quién es un tal Ingmar Rentzhog, magnate presidente
del laboratorio de ideas (eso que se llama ahora Think Tank) Global Challenge,
en el que están involucrados líderes de lobbies, ejecutivos de empresas
energéticas e incluso políticos socialdemócratas suecos, y fundador de la plataforma We Don't Have Time, con la que pretende
aprovechar el poder de las redes sociales para "responsabilizar a los
líderes y empresas del cambio climático".
Fue Rentzhog el que subió a Facebook una fotografía de Greta en su
solitaria y silenciosa manifestación ante el Parlamento. Dijo que se la había
encontrado allí. Mentía. Tuvo que reconocer que había sido avisado una semana
antes y por eso le dio tiempo a montar la cobertura que de la historia publicó
esa misma tarde el periódico de mayor tirada de Suecia. Había comenzado la
manipulación de Greta.
Y es que la niña (ya me dirán, quince añitos entonces)
padece, aunque muchos lo callen, padece un trastorno del espectro autista, el
síndrome de Asperger, como ella misma cuenta en la biografía que ya se han
apresurado a escribirle.
Tengo alguna amiga con una hija que padece Asperger, que no
es propiamente una enfermedad, sino un transtorno que se caracteriza por
provocar dificultad para la interacción social, rutinas y conductas
repetitivas, peculiaridades en el habla (como se pudo ver en el discurso de
Greta en Nueva York, que daba un poco de miedito, como si fuera la novia de
Chukie), y tendencia a la obsesion por temas específicos. Y, sobre todo, una
acusada dificultad para relacionarse con los demás, una especia de 'ceguera
emocional' que, como señala la pediatra Ana María Rodríguez, provoca una
profunda falta de empatía e incapacidad para reconocer y responder a los gestos
y expresiones de los demás, al punto de que, careciendo de las habilidades sociales
necesarias para no herir a su entorno, pueden parecer groseros. Como la pobre
activista marioneta en Estados Unidos.
La sobreexposición, la manipulación a la que esos grupos de
interés están sometiendo a un perfil psicológico como el de Greta tienen poco
que ver con el amor a la tierra, con la preocupación por los plásticos en los
mares y el cacareado cambio climático. Esta es la historia, otra más, de la
utilización despiadada, desconsiderada y potencialmente fatal para ella de una
niña, una menor que, con su síndrome, su inquietud y sus preocupaciones
(esperemos que no ya obsesivo-compulsivas), debería estar en el colegio,
atendida por sus padres, sus educadores y sus psicólogos. La alta razón (no
digo que no) del futuro de nuestro planeta no debe, no puede, estar por encima
de la salud y estabilidad de una de las que se dicen defender. Pero, nada,
sigan ustedes aplaudiendo.
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