Huérfanos de Feijoo
El delfín ha salido rana. Feijoo ha dado la espantada dejando
plantados a una gran mayoría de los afiliados -y no pocos simpatizantes y
votantes- del Partido Popular: cuando le esperaban cual Santiago en Clavijo, se
les ha caído del caballo, él solito, como San Pablo.
Partiendo de que, no lo duden, a Feijoo le gustaría acabar
aterrizando, incluso a modo “Deus ex machina” (y no lo descarten), en la
política nacional, en Madrid, o sea, su decisión de no participar en la carrera
por la presidencia del PP que tendrá lugar los días 20 y 21 de julio solo se
explica, posiblemente, en un intento de amarrar su posición, también la de su
partido, de cara a las elecciones autonómicas de Galicia. Eso o una más
maquiavélica intención de que se despellejen sus rivales entre sí y se levante
un clamor que pida su glorioso advenimiento, que yo ya me creo cualquier cosa.
El caso es que El Esperado ha justificado su plantón con ese
poco afortunado “no puedo fallar a los gallegos” que, por una parte, abona la
tesis de que quiere tener amarrados los resultados de la próxima convocatoria
electoral en el noroeste, sí; pero al tiempo lo deja muy mal como pretendido
líder a nivel nacional.
Porque, a decir de Feijoo, ha primado a los 676.676 gallegos
que, en efecto, le votaron en las últimas autonómicas, sobre los casi ocho
millones de españoles (también gallegos, también) que dieron su confianza a
Rajoy en las generales del mismo 2016 y le esperaban como agua de mayo.
Él sabrá, claro, cuáles han sido sus últimas razones para no
entrar en lid, pero no queda duda que ha dejado millones de huérfanos que lo
veían como el mirlo blanco que el Partido Popular necesitaba para su
regeneración y reactivación tras los últimos, convulsos, tiempos.
Ahora queda ver en qué para todo. Mientras escribo, Soraya
Sáenz de Santamaría confirma su candidatura y María Dolores de Cospedal reúne a
sus próximos para hacer lo propio. Eso más las candidaturas ya presentadas del
insoportable Margallo, el desconocido Joserra García Hernández, el imputable
Pablo Casado y el inmaduro e inédito José Luis Bayo. Demasiado gallo.
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