Maldito algoritmo


Somos un guarismo, una suma de datos, de keywords, palabras clave que nosotros solitos hemos utilizado, ya sea en Facebook, en Google o en cualquiera de sus siniestros tentáculos. A eso nos vemos reducidos en este universo oscuro de redes sociales, APP, motores de búsqueda y big data, a un triste, maldito algoritmo. Y ahora nos enteramos de que nos venden como ganado para que se usen nuestros gustos, preferencia, amores y pasiones a conveniencia de los mercados más variopintos. 


¿Ahora nos enteramos? Para nada. Recientemente, en un curso de SEO (Search Engine Optimization, u optimización para motores de búsqueda), Eva Fontiveros nos advertía sobre  herramientas como Google o Facebook: no son gratis, en absoluto. Pagamos su uso, ya sean las búsquedas como la relación con nuestros "amigos" más o menos virtuales; y lo hacemos generosa e inconscientemente, con nuestros datos más íntimos: nuestro comportamiento, costumbres, hobbies, actividades, relaciones... No hay nada que no sepan, y se lo hemos dicho, todo, nosotros. Y ya lo sabíamos.

¿O pensamos que es casualidad que, tras buscar un hotel para esta Semana Santa en Cantabria se nos llene la pantalla de ofertas en Noja, en Isla, en Laredo, en Carbárceno o en Rasines? ¿O que el aparentemente frío programa que usamos para llegar de aquí a allá nos destaque restaurantes de gastronomía regional y comercios de ropa de montaña?

Dicen, sí, que el escándalo que tiene desaparecido al tal Zuckerberg, por el uso de datos de 50 millones de usuarios de Facebook para la creación de un menú de preferencias del personal y su consumo en las elecciones norteamericanas o el referéndum del Brexit, es la última y más escandalosa vuelta de tuerca. Posiblemente lo sea, porque indicaría que, convenientemente aderezado ese big data psicométrico, se podrían generar mensajes y estrategias electorales que, a la postre, influirían en que la gente adoptara la postura apetecida ante las urnas (la postura apetecida por todos es genuflexa, cuando no con el culo en pompa y la indumentaria inferior a media asta).

Si eso es así, me quedan sólo dos cuestiones que plantearme: ¿tiene ya Ciudadanos esa herramienta de marketing psicologizante? Porque a lo mejor eso explicaría sus cambios continuos de posición, para acomodar la imagen a los "likes" de los votantes. Y la segunda, visto lo visto, el apellido del creador de la cosa de la F, ¿no comenzará precisamente con esa letra, quedando más bien en Fuckerberg?






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