Sánchez ya está Maduro
No pasa un día, ni uno, aunque sea fin de semana, aunque estemos de puente en Madrid, sin que el lamentable gobierno de España asome la patita para dejarnos comprobar que su hoja de ruta, sus intenciones y propósitos, nos alejan a pasos agigantados de lo que hasta ahora venía siendo un país razonablemente democrático y convenientemente europeo y occidental, para enfangarse en el lodazal totalitario del populismo comunista.
Y uno ya no sabe ni cual es la última que podría referirles
para ilustrar mi afirmación, porque es que no paran. Esta semana pasada, hasta
ayer mismo, ha sido el pago de la hipoteca, mediante venta del castellano como
lengua vehicular, a los nacionalistas de aquí y de allá.
Sin solución de continuidad, la amenaza soviética de que
Hacienda pueda plantarse en nuestros domicilios a vete tú a saber qué, por las
bravas. Y para intentar evitar, además, que dislates tales no ya se critiquen,
sino que se pongan en conocimiento pormenorizado de los ciudadanos españoles,
se crea el Ministerio de la Verdad, de orwelianas reminiscencias, que se supone
les dirá a ustedes cuánto mentimos los periodistas, cómo intentamos desgastar
ese tinglado que han montado para el progreso y el desarrollo de la sociedad española.
Cómo no tenían atrocidades suficientes, Pablo Iglesias se subió por la cara, sin necesidad, ni representación alguna -porque la condición
de ministro de jornada le correspondía a la de Asuntos Exteriores-, al avión
del Rey para acudir a la toma de posesión de un presidentito, muñeco de
ventrílocuo de Evo Morales, ese que aparece siempre en los actos oficiales
disfrazado de entidad étnica.
Y para que no faltara de nada, tuvimos que escuchar algo
parecido al himno de España perpetrado por la Banda del regimiento Colorado,
que les aseguro que he visto charangas de las peñas de Pamplona, en Sanfermín,
resolver más complejos retos musicales con mayor entrega y decoro.
Pero es que Pedro Sánchez ya está Maduro. O por mejor
expresarlo, ya actúa como el sátrapa venezolano de los chandals horrorosos.
Sánchez, el felón, ya ha dejado claro que le importan una higa España y los
españoles, con tal de seguir disponiendo de comodidades, escoltas y aviones. En
eso, mira, también le sigue el paladín de la gente, el defensor de los
desvalidos, el campeón de los desheredados y deshauciados por las hipotecas, el
adalid de las víctimas todas del patriarcado decimonónico (como si sus propias
ideas no fueran lo suficientemente novecentistas), pero desde el casoplón de
Galapagar protegido por una compañía de la Guardia Civil.
En ná y menos, este par ha convertido a España en el perfecto
modelo bolivariano en la punta de Europa. Y aún creerán que esa Europa a la que
están sorprendiendo, asombrando y desilusionando a partes iguales les va a
mandar los auxilios prometidos. ¿Para luchar contra la pandemia? Quiá, para
hacernos más bananeros cada día. Como república, claro está. Lo mismo, si
siguen así, les da por pensar que ni puñetera falta va a hacer convocar
elecciones cuando toque.
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