Crece la población de Estremera

Consuela saber que, mientras tantos pueblos de España ven en riesgo su misma existencia por el abandono de que son objeto, fundamentalmente por los más jóvenes, en beneficio de las ciudades, hay pueblos ejemplares que, como Estremera, ven crecer su población, ya sea de grado o por fuerza, por lo civil o por lo judicial. 

El regreso al modélico establecimiento penitenciario de la localidad del sureste madrileño de los cabecillas separatistas catalanes, determinado por el juez Llarena, ha supuesto que la población estremereña crezca, desde sus 1261 habitantes, en un 0,34%. Dirán que no es gran cosa -que lo es, considerada la tendencia a la desertización de nuestro medio rural-, pero menor es el porcentaje de crecimiento de Bélgica por la huída de Puigdemont. 

La gente de Estremera, ya les digo, contentos. Desde la inauguración en 2008 del establecimiento penal por hoy uno de sus más destacados huéspedes, no se habían visto en otra. En la prensa del momento, se complacía una vecina de que “muchos habitantes van a encontrar trabajo en labores de limpieza, lavandería o cocina. Y vaticinaba: “vivirá más gente en el pueblo y con la presencia de la Guardia Civil será más seguro”.

No acertó la doña en las posibilidades de empleo porque, créanlo o no, en Madrid VII, nombre oficial del penal, no trabaja ni un solo habitante de Estremera. Pero es incontestable el aumento de población que ha experimentado en estos últimos tiempos. Porque no se trata sólo de los huéspedes del Centro, que por supuesto, sino de los muchos visitantes, familiares, amigos y demás parientes e interesados que se acercan a la llamada Comarca de las Vegas a interesarse por ellos y, de paso, disfrutar de las variadas posibilidades que la zona ofrece en lo turístico y lo gastronómico. De hecho, la última vez que estuve comiendo en el Higuerlop, uno de los restaurantes locales, se sentaban en la mesa de al lado (menú del día y agua) cuatro catalanes de media edad, que no sabría yo decirles si eran Mossos de Esquadra de paisano y aguerridos militantes de Omnium, ANC, Junts per Cat, ERC o Fuet de Vic.

Y como se acercan fechas de alto valor turístico, si es que lo religioso no importara más que a Oriol Junqueras, que sí, podrán aprovechar para conocer los hitos de una Semana Santa, la de Estremera que, sobria y fervorosa como todas las castellanas, tiene sus hitos ya desde este domingo, con la Procesión de los Ramos, para continuar con las de El Silencio de Jueves Santo, que procesionan Jesús de Nazareno y la copatrona Nuestra Señora de la Soledad, la del Santo Entierro de Vienes Santo, con los patrones de la localidad, Santísimo Cristo Sepultado y Nuestra Señora de la Soledad; y la vistosa Procesión de las Reverencias, del Domingo de Resurreción, todas ellas desde la Iglesia Nuestra Señora de los Remedios. Sin olvidar el original «A correr el Hornazo», típico bollo con un huevo cocido en el centro, del Lunes de Pascua. Hermosos actos litúrgicos en que sin duda los apellidos de los nuevos habitantes (Forn, Rull, Turull) sonaran como incomparable percusión de las marchas procesionales

Si no hay más remedio que estar ahí, por la mala cabeza de algunos, qué duda cabe que se hace más liviano el trance con los tradicionales bollos de aceite y de mantecado y los muy típicos Repápalos. A ver, hay que hacer de la necesidad virtud, ¿a que sí?

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